Premio a la vida y obra
de un periodista


Jorge Cardona Alzate

Si para el escritor cubano Alejo Carpentier el periodismo era “una maravillosa escuela de vida@**@, su devoto lector Jorge Cardona ha sido alumno aventajado y maestro por excelencia de esa escuela en la que ha formado al menos dos generaciones de periodistas, principalmente en El Espectador, donde ha trabajado durante 28 años, los últimos quince como editor general y coequipero imprescindible del director Fidel Cano, heredero de la fidedigna tradición de independencia.

Aunque ha dado cátedras magistrales de periodismo político y deportivo en varias universidades, su pasión es el periodismo judicial, que aprendió al lado de Luis de Castro, editor de judiciales de El Espectador por 40 años. Esa obstinación por atar cabos sueltos, por contrastar las fuentes hasta agotarlas y por contextualizar tozudamente los hechos, ha sido su marca de estilo, así como el mejor blindaje de la línea informativa del medio que sigue esos estándares de calidad reiterados hasta la cantaleta por él. Al momento de referenciar hechos y personajes de la historia de Colombia, le basta con su imbatible memoria ante la cual palidece cualquier buscador de la red. Una historia ligada a la del decano de la prensa en Colombia, El Espectador, que Jorge ha venido documentando con celo de amanuense desde que se fundó, en 1887.

Por ello esos Días de memoria, como se titula uno de sus más contundentes libros sobre los tremebundos acontecimientos que marcaron la vida nacional desde el holocausto del Palacio de Justicia hasta la entrega de Pablo Escobar, podrían perfectamente mudar en años de memoria escrita a chorro, casi que dictada, con la vivacidad de quien ha sido testigo de esos acontecimientos, libreta y grabadora en mano, desde sus inicios como cronista judicial en Caracol Radio. Asimismo, Diario del conflicto. De Las Delicias a La Habana, en el que Jorge Cardona repasa las circunstancias del conflicto armado con las Farc en los gobiernos de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, podría tener una segunda parte con el diario del posacuerdo, narrado por un intérprete que se cuida de no profundizar los odios políticos. Esta última lección sin duda la aprendió del asesinado director, Guillermo Cano, de quien hizo un completo perfil en el libro Tinta indeleble. Sin abandonar la línea histórica y el género biográfico, publicó en este año de la peste Pioneras de la libertad, la historia de mujeres transgresoras y olvidadas en 200 años de independencia. Y está escribiendo la historia del fútbol en Colombia con trasfondo político y corrupción sin fondo (porque la corrupción es otro de los temas del que lleva registro como un fiscal ad honorem). Libros que han salido de sus apuntes diarios en cuadernos escolares doblados por la mitad para cargar en los bolsillos, que suman cientos y valen un nevado como el del Ruíz de la tierra natal de sus padres.

15 Lejos de estar premiando a un dinosaurio del periodismo —según algunos jóvenes osarían decir hoy—, Cardona ha tenido quiebres de cintura, como las figuras del Millonarios de su entraña, para adaptarse a los cambios abruptos del ecosistema mediático y para liderar la transición de la redacción análoga a la digital en tiempos nada fáciles para las empresas periodísticas. Ahora ya no solo se ocupa de refrenar los ímpetus de cronistas de los recién llegados, dispuestos a sacrificar un dato por un rapto poético, para que ante todo se dediquen a la reportería y a la escritura pulcra, sino que les reclama con insistencia el material gráfico y audiovisual sin el cual una buena historia queda sepultada en las plataformas digitales.

Como editor ha sido un maestro querido y respetado no solo por los reporteros que ha formado sino por el gremio en el que su nombre ya reluce con el neón de la leyenda aunque apenas alcanza la edad de jubilación. Por ello, en 2016 fue ganador del reconocimiento Clemente Manuel Zabala a un editor colombiano ejemplar entregado por la Fundación Gabo. Para sus colegas, Jorge Cardona ha sido inspirador de buenas prácticas en el oficio por su ética sin quiebres y, ante todo, un combatiente de la censura hasta en sus formas más agazapadas. Así lo ha hecho desde la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y desde numerosos escenarios nacionales e internacionales.

Su formación en filosofía y en economía, su pasión lectora y su curiosidad intelectual lo han llevado a dominar temas del derecho, la religión, la historia de la humanidad y hasta el esoterismo; suma de saberes que en una mente atemperada por la sobriedad, la disciplina, la generosidad y el afecto sincero, rinde generosos frutos.

Su vida y su obra dan fe de ello.